Tan pronto como terminó mi actuación, bajé del escenario de cristal y fui al camerino. Mi corazón latía con fuerza y sabía que no era por la fatiga o la adrenalina de la noche. Fue miedo y ansiedad lo que sentí en ese momento.
Debería quitarme el maquillaje y prepararme para irme. Pero no esa noche.
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