Capítulo 38 Mi novia insólita
Belinda despertó con frío, en algún momento Dante dejó de abrazarla y ahora dormía boca abajo con el rostro de lado a ella, con los labios un poco abiertos, no era ni la mitad de intimidante sin su mirada de oro, “en que lio me metí”, pensó Belinda, mas no se arrepentía; el placer sexual siempre representó para ella, algo asqueroso, vulgar. Nunca le pareció que renunciar a eso fuera importante, sin embargo, desde que conoció a Dante se abrió la puerta del deseo, la noche anterior fue como el estallido de todas esa pequeñas sensaciones que Dante le despertaba; estaba feliz de sentirse mujer y haber superado el pánico, con él fue más fácil, ya que nunca le tuvo miedo. Era objetiva, sabía en lo que se metía, que estaba mal desde todo punto de vista, pero no quiso frenar, quiso que pasara, que fuera con él, no podía ser con otro y Dante merecía llevarse su virginidad, después de que ella sin querer le torciera la vida.
Pero era hora de despertar del sueño, de bajar de la nube de la ilusión, en cuanto Dante se fuera a Francia, ella iría al convento, entraría a preparación en aislamiento, no pensaba cobrar nada a Dante, en cuanto tuviera el dinero, ella encontraría la manera de que fuera a los trabajadores de la Madonna, una monja hace voto de pobreza, su fortuna volvería a su abuela y si ella insistía en dejarla a ella iría a la beneficencia de su hermana, quería algo de vida y probó un buen mordisco, no quería atender negocios de su abuela o una vida como una chica normal sin Dante. Lo más difícil sería olvidarlo, pero lo haría en contemplación, lo guardaría en su corazón, él no quería casarse, no la amaba y merecía hacer su vida como él dispusiera, se sacrificó por su hermana, no podía sacrificarse por ella también…
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