Capítulo 5 Usted manda, su real majestad
No esperé que Caleb fuera la clase de chico que amara los
deportes, simplemente él no aparentaba ser el tipo de persona que le gustara
estar rodeado de gente, yo lo veía más como el tipo de ermitaño que le gusta la
soledad. Definitivamente cada vez me sorprendía más. Pues no solo era parte del
equipo de fútbol soccer... también era el capitán.
Me encontraba sentada junto a Sky en las graderías, viendo el
entrenamiento a la hora del almuerzo. Caleb caminaba de un lado a otro, frente
a la línea de jugadores que tenía en frente. Les hablaba de una forma tan
autoritaria, que los otros jugadores solo se limitaban a asentir, parecía que
tuvieran miedo de mover un músculo si él no se los ordenaba.
—¿Quién es él? —preguntó Sky, señalando a Caleb sin alejar su
mirada de la cancha.
—¡Has cometido el peor error de tu vida! —exclamó Dee, sin darme
tiempo de responderle a Sky. Dejó caer su mochila y se sentó a mi otro lado,
alzó una ceja y negó con la cabeza—. Hola, soy Dee —se presentó con Sky, antes
de regresar su atención hacia mí.
—¿Qué diablos quieres decir con eso? Y espero que ahora seas
clara, pues si me hubieras advertido que me iban a bañar en saliva durante la
clase de filosofía, hubiese hecho el doble de esfuerzo para llegar temprano.
—Lo siento por eso —dijo arrugando la nariz—. Pero no debiste de
meterte con Gael; nunca nadie ha sido capaz de enfrentarlo.
—Siempre hay una primera vez —me limito a decir encogiéndome de
hombros.
—Bien, te lo pondré así de fácil. Gael no te dejará en paz,
hasta que logre acostarse contigo.
Sky rió a mi lado, mientras que yo abría mis ojos como platos.
¿Qué cosa?
—¿Y crees que soy tan estúpida como para permitirlo?
—Fan, es de Gael Green de quien hablamos. Tarde que temprano
todas caen.
Pongo los ojos en blanco. Ese no sería mi caso; Gael solo era un
idiota con el que debía de mantenerme a una distancia bastante grande. Al menos
él aparentaba ser lo que era, un lobo feroz. No como lo hacía Aaron, que
aparentaba ser una blanca ovejita, cuando en realidad era un lobo bajo esa
dulce piel de corderito.
—¿Tú ya caíste? —le pregunta Sky a Dee, enarcando una ceja.
Ella se ríe y niega con la cabeza.
—No. Yo tengo la dicha de que mi madre es hermana de su madre,
lo que lo convierte en mi primo.
Gael
—¿Qué tanto es lo que ves? —pregunta Thomas, dándome una palmada
en la cabeza.
Trataba de escuchar lo que Caleb decía al caminar como un idiota
frente a nosotros. Pero desde que Frankie había llegado con esa rubia, no había
podido concentrarme; tampoco lo hacía Wells, quien miraba sobre su hombro a
cada pocos minutos para ver hacia la gradería.
Había notado que llevaba puesto el suéter de Wells... esa rata
siempre tratando de jugar de Súper Man.
—Nada —contesto, regresando la atención hacia mi mellizo.
—Recuerden cual es nuestro lema; no estamos aquí solo
para divertirnos, también estamos para ganar y hacer llorar al otro
equipo —pongo los ojos en blanco y bajo la cabeza para evitar
reírme.
—¿Algo que compartir con el grupo, Gael? —pregunta mi hermano,
deteniéndose frente a mí.
—Claro —contesto, alzando mis cejas—. Me vale lo que pase con
este equipo —abro mis brazos, señalándolos a todos y Thomas tose a mi lado,
ocultando un ataque de risa, mientras que Caleb me fulmina con la mirada.
—El primer partido de la temporada es el próximo viernes,
necesito que las pocas neuronas que tienes en el cerebro, estén con el equipo.
—Sabes Caleb, que esto sea importante para ti, no quiere decir
que también tenga que ser importante para mí.
Salgo de la línea y me largo hacia la salida de la cancha. No
odiaba el equipo, lo que odiaba era que justamente fuera mi hermano la persona
que me diera las órdenes, pues según el entrenador, había perdido mi
oportunidad gracias a mi comportamiento. ¿Qué tenía de malo mi comportamiento?
Que ellos fueran unas nenas lloronas que no soportaran que les dijera inútiles
y los obligara a correr millas de distancia sin derecho a un trago de agua, no
me convertía en mala persona. Solo era mi manera de convertirlos en campeones.
—Gael Green.
—Ese es mi nombre, no lo gaste —alargo, deteniéndome al escuchar
al entrenador hablarme.
—Si no quieres volver a ser de Romeo en la obra escolar, te
aconsejo que regreses a tu lugar.
Oh no, por supuesto que de Romeo no. ¿Esa era su manera de
mantenerme en el equipo? Al parecer su originalidad ya se había ido por el
desagüe.
Me giro y observo al hombre. Me mira fijamente con el ceño
fruncido y los brazos cruzados a la altura de su pecho.
—Usted manda, su real majestad —digo, haciéndole una reverencia
antes de volver a mi lugar.
★
—¡Muchachos! ¡La cena está servida!
La dulce voz de mi madre llega desde el primer piso. Cierro el
libro de matemáticas y me levanto de un salto de mi escritorio. Llevaba una
hora intentando hacer la tarea inútilmente, pues no había hecho ni un solo
ejercicio. Todo lo que veía era una especie de jeroglíficos incapaces de
incrustarse en mi cerebro.
—¡Caleb! ¡Hermano querido! —exclamo cuando abro la puerta de la
habitación y me encuentro con él en el pasillo.
—No voy a ayudarte a hacer la tarea de matemáticas, Gael.
—¡Vamos Caleb! Siempre me has ayudado.
—No después de lo que le hiciste a Fanny —dice, viéndome sobre
su hombro cuando baja las escaleras. ¿Es en serio? Sabía que Dee la estaba
protegiendo, también me había negado su ayuda. ¿Él también?—. Y te lo advierto,
Gael. Fanny está fuera de tu radar.
Pongo los ojos en blanco y me siento en mi lugar en la mesa, en
frente de Caleb. Nuestra relación era muy extraña, no éramos los típicos
hermanos que hacen todo juntos, que hablan de chicas y juegan videojuegos.
Caleb siempre había sido muy distante, nos tratábamos como hermanos solo en
casa, y muy pocas veces; no era que me importara de todos modos. Pues si
necesitaba algo, tenía al tío Anthony.
—¿Qué tal la escuela, Gael? —observo a mi madre y le sonrío.
—Ya sabes ma. Cada vez más vieja y aburrida.
—Gael... —llama papá.
—Me estoy esforzando —contesto, antes de llevar una cucharada de
comida a mi boca.
—Por cierto, Trent llamó. Dijo que necesita que te comuniques
con él urgentemente —observo a mi padre y me rio.
—¡Dime que no lo hiciste, retrasado! —exclama Caleb riendo y
escupiendo la bebida que tenía en su boca sobre la mesa.
—¡Caleb! —lo regaña mamá.
—¡Lo siento ma!
—¿Qué hiciste ahora, Gael? —mi madre me observa con el ceño
fruncido.
—Nada malo, solo le envié un libro al pequeño Miles —contesto,
levantando los hombros, mientras meto otra cucharada de comida a mi boca.
—¿Qué clase de libro? —papá cruza sus manos bajo su barbilla y
se inclina hacia adelante, viéndome fijamente.
—¿Cómo descubrir nuevos universos según el oso Tomás? —contesto
esbozando una sonrisa.
—¡Dime que no fuiste capaz de hacerlo!
—¡Solo quería fastidiar a la tía Tessa!
—¡Saca tu trasero de esa silla y ve a tu habitación a arreglar
eso! —me ordena papá, señalando con su mano hacia las escaleras.
Pongo los ojos en blanco, pero de igual forma obedezco. Mi padre
era mucho más llevadero que mi madre, pero lo mejor era no hacerlo enojar, me
había dado la clara advertencia de que me quedaría sin el auto si continuaba
con mi mala disciplina. Desventajas de ser menor de edad.
Saco mi portátil y me siento frente al escritorio. Me conecto a
Skype, esperando a que sea el tío Trent quien conteste. Pocos segundos después,
la imagen de Marie me aparece en pantalla. La castaña sonríe y me saluda con su
mano.
—Hola Gael, ¿Te ha llegado el mensaje de papá?
—Sí —contesto, pasando una mano por mi cabello—. ¿Qué tan
cabreada está la tía Tessa?
—No ha dejado de lanzar insultos en tu dirección durante todo el
día —dice Marie, encogiéndose de hombros. Me rio, era bueno que la tía Tessa
estuviera a cientos de millas de distancia en este momento.
—¡Gael! —exclama Trent, acercándose a Marie—. ¿En que estabas
pensando?
—Miles debía de tener la heredad que me dio Anthony.
—Pensé que te había escondido ese libro —dice, frunciendo el
ceño.
—Trent, debajo del colchón de tu cama no es un buen escondite.
¿Y por qué estás susurrando? —pregunto entrecerrando los ojos.
Trent mira sobre su hombro hacia la puerta, antes de regresar su
atención a la pantalla.
—No querrás que Tessa nos escuche.
—¿Es Gael? —la tía Tessa abre la puerta y Trent cierra los
ojos—. ¡Tú... pequeña alimaña! —me señala con su dedo, parándose detrás de
Trent—. ¿Cómo pudiste mandarle ese libro a Miles? ¡Solo tiene 6 años!
—Hola tía, también me da gusto verte —la saludo, esbozando una
sonrisa.
—¿Cómo descubrir a las chicas hermosas? ¿En serio
Gael? ¡No vas a meter a tu primo a tu mundo!
—Cielo... yo me encargo. Lleva a Marie a la cama.
—No, yo puedo ir sola —dice Marie poniéndose de pie—. Que te
diviertas, Gael —sacude su mano antes de irse de la habitación.
—¡Agradece que estás detrás de más de mil kilómetros de
distancia! —me es imposible contenerme de reír. Trent la llama pitufo gruñón
cuando está enojada, pues dice que su rostro toma un extraño color... justo
como ahora.
Me recuesto a la silla, llevando ambas manos tras mi cabeza,
escuchando el sermón de la tía Tessa, mientras que Trent trata de
tranquilizarla. Lo había hecho a propósito, simplemente con imaginar la cara
que había puesto la tía Tessa cuando Miles recibió el paquete, me llenaba de
satisfacción. ¿Cómo decirlo fácilmente? La amaba, pero también me gustaba
fastidiarla.