Mireille se deslizó de rodillas tan pronto como los brazos de Dante la dejaron. Agarrándose débilmente a la pared, temblaba sin parar mientras su orgasmo seguía ardiendo en su cuerpo.
Sus labios estaban entreabiertos en suaves gemidos y quejidos. Dante recogió sus pantalones y se los puso de nuevo.
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