Capítulo 7 Salvavidas
El sentimiento de Mónic no se podía describir con nada. Por un lado, sentía rabia por el cretino que seguía parado en medio de la recepción, pero por otro, la satisfacción que sintió al ver a su tío metiche, salir por la puerta más que furioso, eso no tenía precio.
—Y, ¿por dónde empezamos? —Logan rompió el silencio con una sonrisa que a Mónic le daba más coraje.
Estaba muy seguro de sí mismo y eso realmente no sabía si le molestaba o si era un punto a su favor.
Debía reconocer que, gracias a él, había ganado la jugada en contra del tío Adler, pero algo le decía que más que una jugada, era algo premeditado, algo que ella descubriría tarde o temprano.
—Te agradezco por no desmentirme, pero debo aclararte una cosa… mmmm… ¡estas despedido! —le dijo Mónic de una manera divertida, realmente disfrutaba la cara que tenía aquel grandote.
—Pe… pero… —las palabras no le salían, realmente creía que por fin su suerte cambiaria para bien y ella le salía con esto.
—Pero nada, como te dije antes, no encajas en el perfil, además de que arruinaste mi abrigo favorito —comenzó a avanzar a la puerta, dejándolo parado junto a Vera.
Llegó a su camioneta y salió rumbo a su casa, necesitaba quitar la ropa arruinada que ya le estaba dando algo de frio porque estaba empapada de café.
En la recepción, se quedó un Logan confundido y una Vera con cara de tonta, mirando sin parpadear a aquel monumento.
–¿De verdad acaba de emplearme y despedirme en menos de diez minutos? —le preguntaba a Vera, sin quitar la mirada de la puerta.
—Creo que si lo ha hecho —solo eso le respondió la pequeña muchacha sonriendo.
—Pues no me iré, no permitiré que juegue así con mis sentimientos —avanzó hasta un pequeño sillón que estaba junto a la puerta de entrada.
Se sentó ahí para esperar a la chica y poder hablar con ella, necesitaba trabajar ahí, ¡quería trabajar ahí!, desde que había entrado por aquella puerta, ese olor lo había extasiado.
Ese olor que hacía mucho no percibía, le había traído mucha paz y satisfacción. Ese olor a libro, ese que disfrutaba mucho en el despacho de su padre, había una biblioteca en la editorial, además de que intuía que el taller de impresión también debía estar ahí.
“Además esa mujer me debe una explicación, no puede jugar así con las personas” pensaba mientras los minutos pasaban.
Vera regresó a su puesto de trabajo, realmente no era como si mucha gente visitara el edificio, era esa la razón por la que era la casi asistente personal de Mónic.
Ella era quien recibía recados para ella, llevaba una pequeña agenda, solo para las entrevistas de los clientes potenciales que querían que la editorial realizara la impresión de su libro.
La paciencia no era la mejor virtud de Logan, estaba desesperándose. Aquella mujer estaba tardándose demasiado. Necesitaba pelear por esa oportunidad de pelear aquel trabajo, aun tenia lo que quedaba de ese día y parte del día siguiente.
Para Mónic, tal como lo estaba comprobado, su día no estaba saliendo de lo mejor. Al detenerse en un semáforo, la persona que estaba a un costado esperando en el alto, le comentó que tenía una llanta muy baja.
—Ay, no puede ser, solo esto me faltaba —gruñía con frustración.
Buscó donde orillarse, para llamar la grúa o llamar a alguien que la ayudara, la cuestión era ¿a quién llamaría?, no tenía a nadie a quien acudir, la grúa sería.
Al bajarse y verificar, efectivamente, la llanta estaba ya por vaciarse totalmente, si avanzaba así la arruinaría por completo.
Se tapaba la cara con frustración, no sabía qué hacer, debía haber aprendido a cambiar una llanta, pero no, siempre su abuelo junto con su chofer se encargaba de esas cosas, y a ella no le gustaba que la llevaran o la trajeran, le gustaba conducir.
Como por arte de magia y en menos de un mes, aparecía por segunda vez aquel hombre asquerosamente atractivo para ayudarla.
Se estaciono detrás de la camioneta de Mónic, bajó y avanzó hasta donde ella se encontraba.
–¿Algún problema? —su sonrisa la idiotizaba, estaba embelesada con su sola presencia.
—Creo que sí, realmente este no es el mejor día de mi vida —se quejaba ella mientras suspiraba.
–¿Tienes la herramienta para cambiar la llanta? —no tenía idea de lo que le acababa de preguntar.
—No lo sé, podemos buscar —él comenzó a buscar, encontró todo lo que necesitaba en la parte trasera de la eco sport.
Su mirada se perdía en la anatomía de aquel ángel salvador, miraba cada detalle.
Llevaba puesto una camisa azul cielo y unos pantalones de vestir negros. Se arremango las mangas de la camisa y dejo ver un tatuaje de una serpiente enredada en su antebrazo, eso le pareció realmente sexy a Mónic.
Ese hombre le gustaba, le parecía muy atractivo y además de eso, se había convertido en su príncipe azul.
Mirarlo maniobrar con aquella llanta, el sudor perlándole la frente, los músculos de los brazos contraerse mientras apretaba aquellas tuercas era un deleite, que nunca pensó que lo disfrutaría.
—¡Listo! —la voz de Caleb la sacó de su ensoñación, haciéndola reaccionar regresándola a la realidad.
—Muchas gracias, estoy en deuda contigo —le sonreía, ella realmente no sabía mucho de la coquetería, nunca había practicado aquello.
—Pues ya que lo dices, no quiero que parezca que te estoy cobrando el favor, pero… como te comenté la vez pasada, soy nuevo en la ciudad y me han quedado mal en el empleo que me habían ofrecido, así que si sabes de algo te agradecería.
Monic se quedó pensando, tenía el lugar que Frank había dejado, pero a lo que él le había contado, tampoco encajaba en el perfil solicitado, al igual que el idiota del café, más bien estaría mejor en el área de diseño.
—Dame tu número, sí sé de algo te aviso —eso a Caleb le alegro el rostro, un paso más en lo que quería llegar con ella.
—Me parece perfecto, permíteme tu teléfono para anotarlo —ella extendió su teléfono y el rápidamente tecleo su número y su nombre.
—Muchas gracias por todo lo que has hecho, en cuanto sepa de algo te aviso, espero que sea pronto —se subió a su camioneta y arrancó, dejando atrás a su salvavidas, regresando a su coche para tomar camino también.
Lo que ella no imaginaba, es que nada de lo que había pasado era una coincidencia, y que las intenciones de Caleb, estaba muy lejos de lo que ella creía.