Capítulo 4 "La isla"
De regreso en casa, la sala se encontraba llena de maletas, pero no había nadie allí. Desde la escalera Victoria, podía escuchar las órdenes que lanzaba su madre a su hermano y papá, para que bajaran el resto del equipaje, el que parecía ser parte de una mudanza y no unas vacaciones de 3 semanas. Con la cabeza hecha un lío entre Jackson y la aparición de Andy, decidió no asomarse ni por un segundo en esa locura, es más, tomando una larga bocanada de aire subió prácticamente corriendo a su habitación, aun le quedaban un par de cosas que incluir en su única maleta.
Unos minutos más tarde, en la sala, con su equipaje listo y algo más calmada escuchando a todo volumen a su banda favorita, con los auriculares puestos (obviamente), aguardó a que llegara su papá, en algún momento él iba a buscarla para hablar. Sabía que querría tocar el tema del "viaje".
Afortunadamente para cuando todos bajaban por la escalera principal, unos golpes en la puerta, les indicaron que el auto ya había llegado a recogerlos.
Tranquilamente observó a su madre abrir la puerta y recibir al que al parecer era el encargado de llevarlos, impecablemente vestido de traje y corbata negra, pero con un alborotado cabello entre rubio y castaño claro, sin duda apuesto y joven, cosa que provocó que Jamie, agitara un par de veces sus pestañas con coquetería. Victoria, solo observó todo a su alrededor con la música a todo volumen, mientras su mamá intercambiaba un par de palabras con el trajeado o al parecer el joven "chofer", quien le hizo señas a otras dos personas que en un segundo estuvieron en la sala llevando el equipaje para uno de los dos elegantes autos todoterreno que llegaron a recogerlos. Absorta en cómo su madre siempre quería demostrar que era superior a aquellos trabajadores, no se dio cuenta cuando su papá tomó asiento junto a ella. Soltando el aire con pesar pausó la música y se dio media vuelta en el sofá para mirarlo de frente. Traía la palabra culpa escrita en la frente con un marcador permanente.
-Hija..., lo siento muchísimo. Se cuán importante era ese viaje con tus amigos. Yo..., te voy a compensar, lo prometo.
Le aseguró preocupad porque le creyera.
-No quiero nada a cambio, papá.
Espetó ignorando el tono de culpa que tenía.
-Victoria.
Le advirtió, ante su tono que carecía de respeto.
-Papá, basta. No quiero hablar del viaje, ya lo han arruinado, y no, no estoy enojada contigo o con mamá por obligarme a ir al caribe. Yo solo..., estoy triste ¿puedo estarlo?
-Tienes razón. Claro que puedes estar triste, mi vida. ¿Hay algo que pueda hacer?
Preguntó con toda la ternura paternal existente.
-No hablemos más del tema, quiero olvidarlo.
-Por supuesto.
-Siento haber sido tan pesada, es que mamá tiene esa forma tan especial de decidir por mí que..., me pone gruñona.
Suspira culpable.
-Mi vida... -acaricia su mejilla con cariño-. Quiero que sepas que traté de comunicarme con el señor Anderson, para que no tuvieras que viajar, pero no tuve suerte.
-Ya déjalo. Será mejor que salgamos antes que mamá venga por nosotros.
Como era de esperar, desde que subieron a los elegantes autos que aguardaban para llevarlos al aeropuerto, la familia de Hank, no tuvo que hacer nada, solo presentarse a la puerta de embarque y esperar en el salón V.I.P, a que los llamara para abordar. Acompañados todo el tiempo por un representante de la empresa, quien no solo se preocupó del equipaje y guiarlos por el aeropuerto, además viajó con ellos, asegurándose que no les faltara nada hasta llegar a su destino.
9 horas de viaje más tarde. Todd, como se identificó el desconocido encargado de escoltarlos, los guio desde que bajaron del avión hasta un auto que aguardaba por todos.
-Este auto los llevará directo al puerto, allí los espera una lancha.
-¿Qué hay con el equipaje?
Preguntó Hank, al ver que el auto estaba prácticamente partiendo.
-No se preocupe, Hank, yo personalmente me encargo de sus maletas. En un momento los alcanzo.
-No nos importa esperar un poco más.
Insistió con tranquilidad.
-Estoy seguro que a ustedes no, pero al señor Rothschild, no le gusta perder el tiempo.
-¿¡Cómo dices!?
El asombro con cierto deje de pánico al haber escuchado el nombre del gran jefe lo preocupó.
-El señor Rothschild, los espera. Es una de sus islas preferidas y la casa es increíble, quiso darles la bienvenida personalmente.
Explicó Todd, divertido, sabe perfectamente el efecto que provoca la mención del nombre de su jefe en las personas. La mayoría se pone nerviosa.
-Vaya... ¿va a pasar sus vacaciones en su "isla"?
-Podría decir que sí, aunque el señor restará solo unos días, viene por trabajo.
-Entonces será mejor no hacerlo esperar.
-Qué tenga unas buenas vacaciones, Hank.
El trayecto desde el aeropuerto hasta la costa, fue de alrededor de 45 minutos. En el puerto los esperaba el asistente del señor Rothschild, David Miles, para llevarlos hasta la propiedad. Con todos a bordo iniciaron el trayecto hasta la casa, lo que les tomó media hora en lancha. La casa estaba situada literalmente en una isla en medio del océano. Era despampanante, con vegetación a sus alrededores, con una perfecta playa privada.
-Bueno familia LeeSmith, hemos llegado, cuidado al bajar.
Anunció David, con entusiasmo y eficiencia.
-¡Este lugar es un sueño! -exclamó Jamie, maravillada.
-Así parece, querida. Vamos a bajar rápido que el señor Rothschild, nos espera.
-¿El magnate está aquí personalmente? -soltó Noel, el mayor de los tres hermanos.
-Noel, por favor -le advirtió Hank, ante su comentario.
-Fue sin pensar, lo siento papá.
Con ayuda del conductor de la lancha y David, todos bajaron sin problema. Entonces a unos metros, al final de la platafrma de madera, se encontraba el señor Rothschild, perfectamente vestido con un elegante traje, como era usual en él. A su lado un paso más atrás se encontraba su asistente personal, Miller Anderson.
Ansioso y algo impaciente por saludarlos, los observó acercarse, Hank, estaba nervioso, su esposa caminaba sonriente, mientras que sus hijos permanecían en un estado neutro entre cansados y curiosos por ver personalmente al dueño de la "isla".
Para el señor Rothschild, una presentación como corresponde de todos los miembros de la familia, era todo lo que necesitaba para calmar su curiosidad y necesidad de saber. Con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón de vestir, y la corbata flotando en la dirección de la perfecta brisa, aparentando calma, esperó a que terminaran el camino hacia él.
-Señor Rothschild, en un placer volver a verlo.
-Buenas noches señor LeeSmith. Presénteme a su familia, por favor
Saludó con demasiada seriedad el señor Rothschild, yendo al grano de inmediato.
-Por supuesto.
Con una mirada seria en el rostro, el señor Rothschild, aguardó a que Hank, le presentara a cada uno de los miembros de su familia. Como de costumbre, les ofreció su mano y esperó a que le dedicaran una mirada antes de seguir con el siguiente saludo. Para él era muy importante mantener el contacto visual, es su modo de "leer" a las personas. Le dice más que un puñado de palabras educadas.
-Y por último, mi hija Victoria...
Anunció Hank, con una media sonrisa al referirse a ella. Para él, su segunda hija era su orgullo, su muñeca, que pese a tener gustos tan marcados siempre sería especial.
-Mucho gusto, señorita LeeSmith.
Le extendió la mano y la observó finalmente de cerca esperando tener esa primera mirada, pero lo evitó deliberadamente. Aunque el señor Rothschild, no estaba dispuesto a soltarla sin haber obtenido esa mirada, así que cuando Victoria, intentó quitar su mano solo consiguió un pequeño apretón. Apretón que captó su atención y su enojo. Le dedicó la más oscura e intensa de las miradas, y le gustó lo que vio en ella.
-Hola.
Soltó Victoria, de mala gana y algo fría para acabar con el asunto del "saludito". Después de todo era el culpable de haber arruinado las vacaciones con sus amigos.
Después de esos 5 extraños segundos saludando al último miembro de la familia de Hank, el señor Rothschild, le dedicó un asentimiento a David, ordenándole que siguiera guiándolos hasta la casa.
Caminando unos pasos más atrás, lo siguió el señor Rothschild, junto a Miller, prestándole atención a todas las reacciones que tenía el grupo de desconocidos.
Con todos en la sala, no pudo quitar la vista de todos, una de sus virtudes era saber leer a la gente con solo observar sus expresiones corporales, su respiración, sus reacciones. Así que mientras David, les explicaba acerca de la casa y del apartamento del tercer nivel que él estaría ocupando, notó lo incómodo que se puso Hank, seguramente pensando que tenía que impresionar al jefe. No así Jamie, que parecía muy a gusto rodeada de tanto lujo, no así Victoria, quien solo aguardó a que terminara todo el revuelo. En cuanto a Noel, el solo cargó a su hermanita y le aseguró que pronto comerían algo. Cami, estaba hambrienta.
-Señor Rothschild, muchas gracias por todo, por venir a darnos la bienvenida personalmente a este maravilloso lugar, sé que es un hombre ocupado.
-Es un verdadero placer. Si necesitan algo, David, se encargará personalmente, no duden en pedirle lo que sea que les haga falta.
-Muchas gracias, señor.
-Buenas noches.
Cuando finalmente estuvieron solos, David, les explicó un poco acerca de las actividades de las que podían disfrutar durante su estadía.
Junto a Miller, el señor Rothschild, abandonó la casa por la puerta principal, tomando un pasillo externo por el costado derecho de la casa llegaron a una escalera externa que lo llevó directamente al tercer piso. Un apartamento completamente independiente a la casa.
-Ya te puedes retirar Miller. Te espero mañana a las 9am en punto con los informes que te pedí.
-Por supuesto, señor. Buenas noches.
En cuanto estuvo absolutamente sólo, se tomó un minuto para contemplar la paz de la isla, con sus sonidos naturales subió al tercer piso. No había cosa que calmara tan rápidamente a Matt, como lo hacía una noche en silencio solo con el vaivén de las olas rompiendo en la orilla.
Notoriamente más relajado se despojó de la chaqueta y la corbata, dejándolas meticulosamente colgadas en el armario junto a la puerta principal. A su paso hacia el balcón, encendió las luces y las cortinas se corrieron automáticamente, dejando a la vista el impresionante paisaje caribeño.
Mucho más relajado, ahora que se encontraba a solas, Matt, se acercó al balcón a tomar algo de aire fresco y admirar la hermosa luna llena que desde aquel privilegiado sitio se veía más cerca que nunca.
Absorto en todo lo que tenía por hacer la mañana siguiente, no se dio cuenta sino hasta que escuchó una voz lejana mantener una tensa conversación, que Victoria, se encontraba en la playa. Sentada sobre la cálida arena hablaba por teléfono. Esa fue la primera vez que Matt, tuvo para contemplar a Victoria. Pese a la oscuridad de la noche, pudo ver sus gestos, sus reacciones, fuera quien fuera con quien estaba hablando, no lo llevaba bien, lucía molesta. Pero eso no fue motivo para dejar de observarla, no, ni cuenta se dio cuanto tiempo estuvo así, si no hubiera sido por su celular que en ese momento le envió una notificación de su buzón de voz, fácilmente podría haberse quedad una hora allí.
Cuando volvió a levantar la vista, luego de haber mirado la pantalla de su celular, sus miradas volvieron a cruzarse. Ella seguía visiblemente molesta, pero no quitó la mirada. Incómodo al verse descubierto, fue él quien cortó el contacto y regresó al interior de apartamento.
Echando humo por las orejas al descubrir al jefe de su papá mirándola desde el balcón del tercer piso, Victoria, regresó al interior de la casa con la intención de buscar algo de beber y dirigirse a cual sea que sería su habitación mientras estuviera en la isla. En la cocina se encontró a toda su familia.
-¿Y Cami?
Preguntó abriendo las puertas de la nevera para tomar una botella de agua.
-Victoria, ve a deshacer tus maletas.
Le ordenó su madre.
-Se fue a la cama, estaba cansada Vic.
Contestó Noel, sabiendo que si no intervenía iniciaría una discusión con su madre.
-Pero dijo que tenía hambre ¿no le dieron nada? Se va a despertar a mitad de la noche.
-No te preocupes, le dejé un paquete de galletas junto a la cama.
Le sonríe su hermano levantándose de la mesa para dirigirse a la salida.
-¿Te vas a dormir?
-Sí, Vic, ya son las 12 de la noche o algo así. No tengo idea de la zona horaria de este lugar.
-Victoria, ya es tarde, ve a deshacer tus maletas, no voy a volver a repetirlo.
Insistió su mamá.
-Mamá, no tengo ganas de discutir contigo, por favor no me molestes.
-¡Victoria LeeSmith!
Levantó la voz molesta.
-Mamá -intervino Noel-. Por favor, no seas pesada, acabamos de llegar, mañana ¿cuál es la urgencia? Son vacaciones, deja de dar órdenes, no trabajamos para ti. No es uno de tus eventos.
-Noel, tú también tienes que desempacar, el que estemos en esta maravillosa casa no significa que puedan hacer lo que quieran, sigo siendo su madre.
Exigió fingiéndose ofendida, para llamar la atención de su esposo.
-Cariño, escucha a tu hijo, vamos a descansar, no tienes que preocuparte por nada durante las siguientes 3 semanas.
-Hank... -suspiró con dramatismo-. Está bien, vamos a dormir. Mañana será un largo día.
Con ambos padres marchándose de la mano, Noel, retrocedió y se acercó al mesón en el que su hermana se encontraba apoyada.
-Oye...
La llamó para sacarla de sus pensamientos.
-¿Qué?
-Vamos, estoy seguro que a papá se le ocurrirá algo. No te quiero ver triste.
Le asegura rodeando sus hombros con uno de sus brazos.
-Es que...-
-Lamento que no puedas hacer el viaje.
La interrumpió.
-No quiero tu lástima.
Gruñó Victoria.
-Soy tu hermano, no es lástima ¿ok?
-Lo siento, es que mamá habla y me altera, estoy cansada, cabreada con ella, ya no soy una niña y sigue tratándome como tal.
-Lo sé, Vic..., no te preocupes por ella, solo dime y te la saco de encima.
Ofrece con una media sonrisa.
-Gracias, Noel.
-Es mi trabajo de hermano mayor. Ahora dime ¿con quién hablabas por teléfono?
-Con Sue, ella está muy molesta porque no se lo dije de inmediato. Intenté explicárselo pero es una cabeza dura y me pidió que la dejara estar furiosa unos días.
-Vamos Vic, no le doy más de 2 horas y va a comenzar a enviarte mensajitos y a hacer preguntas. Son amigas y son inseparables.
-Aun así me siento..., no sé, este viaje es extraño.
-También lo creo. Bueno, me voy a dormir ¿subes?
-Me voy a quedar un rato más. Buenas noches Noel.
-Duérmete pronto -le advierte antes de depositar un beso en la frente de su hermana.
-Sí, sí...
En cuanto su hermano subió a dormir, Victoria, apagó la luz de la cocina y se dirigió a la sala, escogió el lugar frente a la gran ventana por la que la luz de la luna iluminaba el lugar.