Capítulo 7 Como perros rabiosos
Xavier
Si este maldito Alfa cree que va a quitarme a mi mate, la mujer que estuve esperando toda mi vida, la causa de mi mayor felicidad, justo en este preciso momento que la he encontrado y que la he prácticamente salvado de una vida de abusos y miserias... realmente ha perdido el poco cerebro que le quedaba.
—¿Cómo te atreves a pedir lo que es mío? Ella es mi mate, ¿cómo se te ocurre decir una barbaridad así? —pregunté enloquecido.
Por mi mente aparecían los recuerdos de aquellos momentos en la guerra pasada, cuando a mi amigo Alfa Sebastián... le querían quitar a su mate.
Yo no iba a dejar que pasara algo así.
Sin embargo, podía reconocer que Aníbal se veía muy serio... este imbécil viene con la idea de quitármela.
—¡Ella es mía! ¡Mi mate destinada! ¡Nunca será tuya! ¡Jamás! ¡Quita tus garras asquerosas de ella!—gritaba él en una clara amenaza y podía sentir cómo Fabrizio se colocaba cerca.
A nuestro alrededor solo había muerte y sangre, mi amigo vampiro se había encargado de apresar a uno que otro testigo, el rey nos pediría que rindiéramos cuentas de lo que habíamos hecho.
—Te recuerdo, Aníbal... que yo soy un Alfa de verdad... parece que se te ha olvidado, a quién te estás enfrentando. Y si vas a estar lanzando amenazas, más vale que sean verdaderas... porque yo me encargaré de hacerte en pedazos si siquiera te acercas un centímetro a ella... —dije dejando a mi pequeña mate sobre un pequeño sofá y Bruno se colocaba frente a ella en forma defensiva.
Ella era mi luna... mi pequeña y preciosa luna.
—Vamos a ver si lo logras... bestia... —decía él y tuve que controlar a Apolo dentro de mi cabeza.
—Vamos a matar a este desgraciado de una vez. ¡Debimos haberlo hecho en la guerra! Este bastardito está rogándonos que lo enviemos al otro mundo... — decía.
—Señores, por favor... —escuchaba a mi amigo vampiro, pero no había opción.
En segundos estábamos corriendo el uno hacia el otro, con garras afuera, mostrando nuestros dientes, yendo directamente al otro.
El poder era lo que querían los humanos. Pero los lobos solo querían territorio y a su mate. Pero más que todo, las peleas alimentaban a nuestros lobos, y Apolo estaba más sangriento que nunca.
En cuanto le di el primer golpe, sentí la adrenalina correr por mis venas. Cada golpe era como un trueno, resonando en la habitación y marcando el ritmo de nuestra batalla. Escuchaba los gritos de mis amigos, sobre todo de Fabrizio, pidiendo que nos detuviéramos, pero yo estaba como poseído.
Aníbal, con su mirada salvaje y los dientes apretados, lanzaba sus puños con furia hacia mí, pero yo me movía ágilmente para esquivarlos.
En un momento de desesperación, Aníbal se lanzó hacia adelante, intentando morderme el cuello como un animal enloquecido. Me aparté a duras penas, y le di un golpe directo en su estómago.
Con determinación, respondí con una lluvia de patadas rápidas y certeras, cada una impactando con fuerza en su cuerpo. Aníbal retrocedió, pero no se rindió.
—Eres un Alfa desgraciado y traicionero... matas por placer— decía él empujándome, escupiendo sangre.
—Soy un Alfa que hace lo que tenga que hacer... — digo entre dientes y en un momento crucial, logré derribarlo al suelo, sujetando su puño con firmeza para mantenerlo bajo control.
Cuando escuchamos unos pasos y nos dimos cuenta con asombro de que teníamos visitas.
—Señores... ¿Qué demonios está sucediendo?— dice una voz autoritaria y que no me era del todo desconocida.
Poco la conocía... pero sabía que era una de las consejeras más cercanas al rey, su principal soldado, vocera y consejera.
—Freya... nos has encontrado en medio de una pequeña discusión— dijo Fabrizio haciendo una pequeña inclinación.
La mujer era de cabellos rubios claros y unos ojos de un color impresionante. Era una loba con mucho poder, decían que casi tan antigua como el rey.
—¿Discusión? Estos Alfas parece que se están matando. ¿Puede alguien explicar qué demonios está sucediendo en nombre del rey?—preguntó ella y de repente solo hubo gritos.
—¡Ella es mi mate y él me la ha quitado!—
—¡Yo la reconocí y ella es mía!— Gritamos Aníbal y yo, golpeados y sangrando, y Fabrizio explicó lo que había sucedido.
—Es una pena muy grave quitarle el mate a otro lobo— dijo ella mirándome molesta luego de escuchar a mi amigo.
—Consejera... mi lobo me dice que ella es mía... además, no está marcada— expliqué y ella se acercó a ver a mi pequeña desmayada.
—Alfa Xavier tiene razón... ¿Puede explicar eso, Alfa? Lo primero que hace un lobo es marcar a su mate lo antes posible, más aún un Alfa— dijo ella.
—Yo no tuve tiempo... ella huyó y fue encontrada aquí— explicó Aníbal nervioso. Hay algo raro detrás de esto.
—¡Nuestra luna estaba en un bar siendo vendida como si fuera un jarrón en una exposición!— dijo Bruno exasperado aún cerca de mi mate.
—Y yo la compré... yo la salvé. Ella es mía— dije firme.
—¡Eso no tiene nada que ver! —gritaba Aníbal.
—¿Quiere decir entonces Alfa que Luna de Sangre no tiene ningún código, ni cumple sus promesas? Mi amigo aquí ofreció dinero y lo dio. Las ventas de personas están prohibidas, pero se realizó con justicia... ¿Los negocios aquí no funcionan? —preguntó Fabrizio con tranquilidad.
Aníbal estaba que echaba humo, pero no podía negar eso. Era un negocio cerca de su territorio.
—Todo esto es una locura, pero el vampiro tiene razón... por ahora la chica quedará en manos de Alfa Xavier. Y nuestro Rey será notificado— dijo Freya, caminando entre los cuerpos mientras llamaba a otros soldados para que arreglaran este desastre.
A mí no me lo tenían que decir dos veces, cuando ya estaba tomándola en mis brazos escuchando los gruñidos de él.
—Juró por la luna que te la voy a quitar...—
—No es tarde para aprender, Aníbal. No te busques enemigos que estén por encima de tus capacidades— respondí.
—Esto no está nada bien... el rey nos va a llamar y vamos a tener problemas. Sin contar que podemos enfurecer a otras manadas... —decía Bruno mientras buscábamos refugio en un pequeño hotel. Yo había mandado a llamar a mis guerreros de mi manada para que protegieran el lugar.
Yo solo me concentraba en ella, cargándola en mis brazos, viendo su rostro mientras limpiaba su piel con un pequeño paño mojado.
—Quizás es lo que tenga que suceder... el rey ya nos dirá. Tenemos que esforzarnos en fortalecer tu reclamo hacia ella— decía Fabrizio.
—Ella es mía... solo mía. No dejaré jamás que él la tenga— digo entre dientes mientras intentaba quitarle esa horrible pulsera de su muñeca.
Mi pequeña luna estaba herida, con varias cicatrices viejas. Sufría solo de pensar en lo que ella había pasado. Acomodaba su vestido lo mejor que podía. No quería que nadie la viera así.
Estamos en una habitación grande cuando escuchamos que suena la puerta y aparece una mujer con una bata blanca.
—¿Quién es ella? —pregunto mientras abrazo a mi mate más a mi cuerpo.
—Xavier... es la doctora. Nos dijiste que sería mejor que alguien la revisara— dice mi beta.
—No quiero que nadie esté cerca de ella... —digo entre dientes y él y Fabrizio comparten una mirada.
—Se nos volvió a poner loco...—suspira Bruno.
—Señor lobo... por el bien de su mate tiene que dejar que la doctora la revise— dice Fabrizio.
—¡Vamos, Alfa grandote! Tu mate no se va a desaparecer de un momento a otro... —dice Bruno y yo gruño de tal manera que parece que todos tiemblan.
—Está bien, no fue una buena elección de palabras, pero en serio... —dice Bruno a modo de disculpa.
—Yo me quedo con ella...— digo.
Lo siento, Alfa, pero necesito verla a solas—dice la doctora quedándose con ella mientras el resto me empuja contra mi voluntad.
—Tienes que controlarte, Alfa, o Apolo, no sé a quién demonios está al mando en este momento— me dicen, y juro que desde el momento en que me separaron de ella, mi corazón sufre. Mi lobo se inquieta y los minutos me parecen horas.
Hasta que siento claramente cuando ella se ha despertado.