Cuatro subordinados se arrodillaron en el suelo de la sala de estar de una mansión enorme. Una mujer con un maquillaje exquisito en su hermoso rostro ocupaba el asiento principal. Había una sonrisa apenas perceptible en su rostro.
Los subordinados arrodillados en el suelo no podían evitar temblar. No se atrevían a levantar la cabeza por miedo a que el más mínimo movimiento les costara la vida.
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