Capítulo 3 Mi esposa
Jane le preparó la cena a su abuela y se sentó a su lado a ver un programa de competencias en el televisor. Su nieta seguía viendo distraída el programa cuando Graciela le intentó dar una lección:
—Cuando yo era esposa no dormíamos enojados.
—Abuela.
—Que sí, ¡que sí! Yo a tu abuelo lo agarraba a besos y él a mí me agarraba otras cosas hasta que se nos pasara.
—De verdad que no puedo contigo.
—Mi amor Jane, ya te enamoraste, te casaste con el hombre, eres mamá de sus hijos—Se quedó quieta. —Estás embarazada, voy a ser abuelísima—gritó y las dos rieron mientras su abuela le abrazaba.
—Abuela, ya eres abuelísima y no, no estoy esperando. Estábamos intentando, es solo que no funciona.
—Estás usando drogas de nuevo.
—No, solo esa copa excesivamente llena de vino que me serviste. ¿Estás tú usando drogas?
—Jane no me cambies el tema.
—No estoy evadiendo, estoy limpia.
—Tu mamá llamó hace un mes y dijo algo de ti acostándote con Dereck DE NUEVO y DROGÁNDOTE.
—Solo dormí con él porque Adam estaba acostándose con una zorra vieja y voy a aclarar algo abuela, necesito que dejen de llamar a darte quejas de mí.
—Pobrecita, tú—se burló mientras su nieta se alejaba con los platos.
Jane no culpaba a Adam por mentir, entendía por completo esa sensación de ser un fracaso y sentirse insuficiente para la otra persona. Adam la quería con todos y sus defectos sin embargo, odiaba ser la persona que tendría que aclararle a ese hombre que era una exdrogadicta. Que tuvo la cara de pedirle a Patrick que no le dijera nada al respecto y como si fuese poco se había escapado durante casi una semana con su exnovio el cual es la definición de perdición.
Sí, muchas cosas no estaban bien en su matrimonio y no todas tenían que ver con el hombre de cuarenta años al que eligió como esposo. Su abuela le dio un abrazo y le recordó:
—No hay vergüenza en ser imperfecto mi amor. Lo importante es superar cada etapa. Ahora, los matrimonios son difíciles, requieren de amor, compromiso, resistencia y entendimiento el uno hacia el otro. Solo tú y Adam pueden decidir si van a funcionar o no, lo que pasa es que estás ocultándote en casa de tu memaw.
—Te amo, sabelotodo.
—Yo a ti princesita.
La abuela de Jane se fue a la habitación y vio una fotografía con los Luthor, sus seis hijastros sonriendo, guapísimos, vestidos como galanes de telenovela. No se podía imaginar como les estaba afectando no tenerla en casa y menos saber cómo estaba.
Adam se bajó de su Roll Royce y le pidió al chofer que no apagara el auto porque para gritarle a alguien no necesitaba demasiado tiempo. Fue a las instalaciones en las cuales tenía las oficinas Germán y le exigió a su secretaria verlo. El hombre salió y le vio de pies a cabeza mientras adama exigía que le dijera donde puñeteros estaba su esposa porque desaparecida de la faz de la tierra no estaba.
—Necesita tener paciencia.
—Por lo mismo le contraté a usted, ahora dígame qué sabe.
—Tengo sospechas, pero su vida me resulta mucho más interesante que la vida de su esposa.
—Mi vida no es el problema.
—Por ahora no—respondió el detective. —Tengo a unos hombres siguiéndola para saber qué hace y que no. Está descansando de usted señor Luthor.
—Quiero la dirección.
—Está en casa de su abuela. Graciela White.
—La conseguiré con o sin su ayuda.
—Señor Luthor, porque no pasa y hablamos de otra de sus esposas —Preguntó y le mostró una fotografía.
Adam salió de la oficina de Germán casi una hora más tarde con un nuevo problema que afectaría sin duda a sus hijos, sin embargo, se centró en el matrimonio que podía arreglar y en ala persona de la que estaba enamorado.
Adam pidió a su conductor que fuese a casa de sus suegros para que le dieran la dirección exacta de la casa de Graciela White, la abuela de su esposa.
Adam tocó insistentemente el timbre.
Su suegra se asomó por la puerta y rodó los ojos antes de salir de casa ya advertirle que no le querían ni ver.
—Solo quiero verla y saber que está bien.
—Adam, estás siendo injusto. Si la amas déjala ir.
—¿Cómo hiciste con mi papá?—Jade, la madrastra de Jane le empujó lejos de la puerta y le advirtió cuidar el tono de voz y las acusaciones. —Mejor dígame si ya le comentó a Cindy que somos hermanos.
—Adam, tu papá es un borracho y sí le quise, pero no soy una zorra como para no saber quién es el padre de mi hija.
—Mi papá es un borracho, pero también es muy convincente y después de sentarme a ver fotografías de Cindy y mis hermanas la duda queda ahí. No vine a hablar de su pasado deme la dirección de la casa de su suegra que según el detective que contraté tiene tres casas de playa y no voy a perder más el tiempo, quiero ver a mi esposa.
Jane estaba recogiendo unas compras del supermercado cuando vio a un hombre con la atención muy puesta en ella. No dijo nada, solo se quedó en silencio y aceleró su proceso de compra para volver a su casa.
La mujer corrió hacia el interior y su abuela le vio asustada.
—Ehh, princesa ¿qué pasa?
—Alguien me está siguiendo—aseguró Jane y señaló el auto por la ventana. —Voy a llamar a la policía.
La mujer fue por un palo y salió de la casa ante el rostro asombrado de su nieta menor. Jane salió detrás de ella porque si les iba a atacar no sería a una sino a las dos.
—¿Qué es lo que quiere? ¿Quién le mandó?—gritó su abuela mientras golpeaba el auto. El hombre bajó y le pidió que se tranquilizara.
—El señor Luthor está preocupado señora Jane. ¿Por qué no regresa a casa?
—¡Cuál es el plan, secuestrarme si no regreso!—gritó Jane y le quitó el palo a su abuela y le dio un golpe al auto.—Dígale que le pague el arreglo del auto y que le ponga huevos a su matrimonio, que venga si quiere hablar conmigo.