Capítulo 8 Las segundas oportunidades no existen

Todo fue planear el futuro, tenía mis reservas dado que Arturo se pondría hecho una fiera en cuanto le hiciera llegar la demanda de divorcio, no sería algo fácil pero ahora menos que nunca consideraría siquiera regresar con él. Pasamos un par de horas hablando de todo y de nada y luego le dije que tenía que irme, Emilio le daba por ponerse llorón antes del baño. Nos despedimos sin quererlo, pero debíamos y quedamos de vernos el fin de semana próximo. Cuando entré a casa Victoria salió a mi encuentro emocionada para que le contara qué había pasado y lo hice luego de que me dijera que Emilio estaba ya en la cama. —¿En serio? Pero se pone algo dramático ¿cómo lo hiciste? —Le dije que mañana lo llevaría por un helado —admite sin la mínima vergüenza. —No puedo creerlo —le digo divertida y ella me hace seña de que guarde silencio o lo despertaré. Le cuento todo lo que pasó en esas horas que estuvimos juntos. —¿Solo eso te dijo? —Me pregunta un poco curiosa. —¿Había algo mas que debiera saber? —No lo se, es solo una pregunta y ya, es que es increíble todo lo que han pasado. —No Victoria, lo que es realmente increíble y de miedo es lo que hizo mi mamá, es mala, es una persona que no tiene buenos sentimientos para mi que soy su hija, menos para otros. —¿Cómo estás segura que ella tuvo que ver? —Por favor —le dije con frustración y me levanté manoteando con mucho coraje —ella es así, tú la conoces y además me amenazó con hacerlo si se me ocurría irme con él. —Bueno, tienes razón —admitió con un poco de pena —es especial la señora. Esa noche se quedó en mi casa, creo que pensó que podría necesitar compañía. Y admito que me pegó saber todo eso, pero no estaba abatida, me dolía mas el hecho de que mi propia madre me causara tanto daño. Por la mañana andaba apresurada porque me desperté tarde, pero al bajar a la cocina vi que Victoria ya tenía a Emilio vestido y desayunando y el chiquillo feliz con su tía. —Creo que se llevan bien ¿eh? —Claro, y es en serio lo de que me hagas tu roomie. —¿No era broma? —Le pregunté tomando una rebanada de pan tostado para mi leche. —No boba, mi jefe me dio la gerencia y voy a estar en la sucursal de aquí del centro, me toma demasiado ir y venir. —Pues vente, mi casa es tu casa ya lo sabes. Fui a dejar a mi hijo a la guardería y de ahí al trabajo, sentía que iba con el tiempo limitado y sin embargo llegué justo a tiempo, al entrar me percaté de un ruido escandaloso en la oficina de Antonio y fui a ver, lo encontré tirado y batallando para respirar. Le grité al guardia y él llamó una ambulancia, pero el estar en pleno centro hacía muy difícil el acceso, casi media hora tardó en llegar y ya Antonio había muerto en los brazos de Alfonso que intentaba inútilmente reanimarlo. Su esposa llegó acompañada de uno de los hijos, en cuanto se llevaron el cuerpo todos salimos de la oficina y aquellas puertas se cerraron. Sentí pena por Antonio y su familia y ahora también por mi, en días me quedé sin trabajo, con un hijo que mantener no podía darme el lujo de durar demasiado tiempo desempleada. Al día siguiente del funeral recibí una llamada de Julián. —Cenemos hoy —me dijo y dudé un poco antes de aceptar. —No creo poder —pensé en Emilio y luego en Alberto, no creo que tomara muy bien que saliera con alguien. Hablamos de retomar nuestra relación cuando firmara el divorcio con Arturo. —¿Entonces mañana? Comemos ¿te parece bien? —No, está bien hoy. Pero que sea algo menos formal ¿te parece? Un café, quizá. —De acuerdo ¿por tu casa está bien? —Sí, a las cinco. Me vi en la necesidad de llevar a Emilio, Victoria tuvo trabajo hasta tarde y no me pudo ayudar y definitivamente no lo dejaría toda la tarde en la guardería, así que lo preparé y salimos. Me sorprendió ganarle, me senté y ubiqué a Emilio a mi lado, para quién pedí unas galletas con una taza de chocolate en leche y entró Julián, esta vez sin traje, venía con un atuendo casual pero igual de atractivo. Se acercó y me saludó con un beso en la mejilla y miró a Emilio con gesto curioso. —Es mi hijo, Emilio —le dije y él sonrió. —Eso explica muchas cosas —sonrió y le saludó chocando los puños, gesto que mi hijo le devolvió y yo me quedé pensando en sus palabras, no entendía a qué se refería. —Dos americanos, por favor —le dijo a una chica que estaba atendiendo en lugar del simpático chico de siempre. Comenzó a hablarme de cualquier cosa y terminó por decirme que me esperaba en su oficina al día siguiente. —¿Qué dices? —Que te espero mañana, puntual. —Pero ¿por qué? —Porque quiero que trabajes conmigo ¿tanto de cuesta entenderlo? —Me cuesta creer que insistas en mi cuando puedes tener a alguien con mas experiencia, con mucha mas preparación que yo. —No te menosprecies, nunca lo hagas —me dijo con rostro serio, casi pude percibir molestia en su gesto, el cual suavizó cuando miró a Emilio comiendo con ganas sus galletas. —La idea de trabajar con Antonio, era justamente aprender, no podía postularme para un trabajo mayor siendo totalmente inexperta, ciertamente me alegra y halaga mucho tu propuesta, pero temo fallarte. Me dio una mirada comprensiva, casi de ternura. —Yo también fui aprendiz, empecé de abajo y a eso debo ser quien soy ahora, pero tuve mis mentores que jamás me dejaron solo y así mismo te digo que tú no estarás sola, siempre estaré detrás de ti para guiarte. —Ok —le dije con una sonrisa gentil y en respuesta obtuve una igual de él, pero con algo mas que no lograba descifrar aún. Charlamos un rato mas y le dije que debía irme, mi plan era visitar a mis abuelos pero se hizo tarde y no supe en qué momento, ahora solo alcanzaría a preparar a Emilio para la cama. Al llegar a casa encontré a Alberto en la puerta esperándome, abrí y lo invité a pasar. Le conté lo ocurrido con Antonio y que tenía otro empleo y me felicitó por ello. —Hay algo que no te conté —me dijo cuando vio que Emilio se sentó a ver la televisión un rato. —¿Qué mas te hizo? —Pregunté apenada al pensar en otra gracia de mi madre. —Cuando regresé a buscarte tu madre me dijo que te habías casado al mes de que me fui, que tenías un novio hacía tiempo y que venían planeando su boda. Yo también tengo pareja —me dijo en voz baja, como queriendo que ni le escuchara —no estamos casados, pero estamos esperando un bebé. Me cayó como balde de agua helada, abrí la silla a prisa y me senté tratando de reordenar todo a la mayor velocidad posible. —¿Por qué no me lo dijiste ese día? —No me sentí listo. Lo que sí quiero que sepas es que no la amo, es una mujer maravillosa en todos sentidos, pero no eres tú y hablaré con ella hoy mismo. —No, no lo hagas —le pedí. Me miró confundido y se sentó frente a mi, le tomé la mano y hablé con la mayor calma que jamás imaginé. —Yo me separé de mi esposo no solo por falta de amor, sino por lo hiriente que era conmigo, lo aprehensivo, celoso y mucho mas, la última vez pasamos dos meses sin ningún tipo de comunicación. Yo no puedo decir que es un hombre maravilloso —le dije entre risas cargadas de nervios y pesares —simplemente es el padre de mi hijo, pero si tú vas a tener un hijo con una mujer extraordinaria haz lo posible por darle una familia estable a tu bebé. Me miró incrédulo y negó con la cabeza, estaba a punto del llanto. —¿Y nosotros? —Preguntó con dolor y la voz entrecortada —¿Es que nunca vamos a poder estar juntos? ¿A caso no lo merecemos? —Si es nuestro destino, lo estaremos. Pero entiende que yo no sería feliz sabiendo que dejas un hijo por estar conmigo, es como si yo dejara a Emilio con su padre para estar a tu lado ¿Tú lo avalarías? —Jamás —me dijo agachando la mirada, entendió mi punto y le dolía tanto como a mi. —Yo lo se —le tomé el rostro entre mis manos y le di un suave beso en los labios a manera de despedida —se el tipo de hombre que eres, de esos que saben entender y ponerse en el lugar de los demás, tú no podrías vivir sin tu hijo, lo soñaste siempre y ahora lo tendrás, cuídalo y ámalo cada día, y hazlo con la seguridad de que estás haciendo lo mejor para todos. Quizá la vida un día nos de la oportunidad de estar juntos nuevamente. —Este adiós me va a doler toda la vida, Mandy. —A mi también, pero me dolería mas saberte lejos de tu hijo porque se que no serías capaz de separarlo tampoco de su madre, tú no eres de ese tipo de ser. —Nunca, mi vida, nunca haría eso. —Entonces seamos felices con lo que tenemos —el dolor que estaba sintiendo lo disimulé para darle la fuerza, mostré entereza y le sonreí gentilmente en todo momento —tú con tu pequeña familia y yo con mi hijo, y con la esperanza de un día poder realizar este amor. —Esperaré toda la vida, Mandy —se arrodilló frente a mi y me besó en las manos, yo me agaché también y lloramos como niños, nos estábamos perdiendo nuevamente y aunque no se lo dije, yo sabía dentro de mi que no tendríamos nuevamente una oportunidad, ese tipo de amores, esas personas solo suceden una vez en la vida, nos pasó dos y no habría una tercera. Ahora yo estaba libre y él no, si al menos su mujer fuera una maldita bruja, pero se expresaba como pocos lo harían y con ella no podría luchar, me sentiría como una abusiva que se aprovecha de la ventaja que le han concedido los años y la felicidad de nadie se puede construir solo a base del derecho de antigüedad. Nos quedamos unos minutos así, hasta que poco a poco nos calmamos y mas tarde se despidió de Emilio y se fue. Yo llevé a mi hijo a la ducha y luego a dormir y ahí empezó otra vez mi penar. Recordaba cada anécdota a su lado desde aquel día en que nos conocimos, me cuidó cada día de nuestra vida juntos, fuimos risa, fuimos amor, fuimos magia, pero fuimos… ya no mas. Ya no seríamos mas, todos los castillos que construí en días de estar nuevamente juntos se fueron, se los llevó el viento y ni siquiera podía desquitar mi dolor de ningún modo. Solo pensaba en lo injusta que fue la vida al darnos este destino, él en prisión, yo casada sin amor, reencontrarnos después de años y que el amor siga intacto y no poder vivirlo, que la vida te niegue ese gozo es lo mas doloroso que se pueda sentir. —¡Maldita sea! —Grité fuerte contra la almohada para que mi hijo no me escuchara, sabía que lloraría cada noche por mil años mas. Ahora entendía aquella canción de "Yo no nací para amar" porque si esta no era la peor suerte del mundo en lo que al amor se refería, entonces no sabía qué era. Lloré tanto que no supe en qué momento me quedé dormida, solo fui consciente que ya era hora de levantarme, fui a ver si mi amiga estaba en su cuarto, toqué y no respondió así que abrí lentamente y la cama estaba intacta, no llegó a dormir. Me fui rápido a la ducha y luego a preparar el desayuno, cuando dejé todo listo fui a vestirme, mi traje sastre de falda de tubo y mis zapatillas para ir formal.
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