Capítulo 54 Hambre
Pocas horas después, abro los ojos. Ella sigue dormida entre mis brazos, con parte de su preciosa y larga cabellera desparramada sobre su cara y el resto sobre la almohada. Elevo la mano y lo aparto con suavidad para observar las preciosas facciones de su rostro. Sus mejillas siguen cubiertas con ese precioso tinte rosado que resalta sobre su piel blanquecina. Es hermosa, tanto, que me deja sin aliento. Acaricio su rostro con el dorso de mis dedos, pero el gesto es tan delicado que no llega a despertarla. Sin embargo, gime bajito y se remueve entre mis brazos, pero está tan agotada que sigue profundamente rendida.
Me inclino un poco para alcanzar sus labios y besarla.
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