Continuamos trabajando como si nada, hasta que escuchamos el sonido de la puerta principal al abrirse. Mi corazón comienza a bombear con todas sus fuerzas. Dejo lo que estoy haciendo y decido entrar a la casa para recibirlo.
―¡Eh! ―se queja Ángela al ver que me alejo―. ¿Ahora me dejas como plato de segunda mesa?
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