Pasaron treinta minutos después de que ella saliera del baño. Fu Lingye la llevó a la cama. Enterró su rostro enrojecido en la suave almohada, su mano blanca acarició el colchón y su esbelto cuerpo tembló un poco.
Fu Lingye utilizó la toalla para secarse el cabello mojado con desgana. Enderezó la espalda y saltó a la cama con su gran mano abrazando su espalda. Su voz grave y atractiva contenía toques de pasión. Los restos de lujuria lo hacían aún más sexy y encantador.
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