Capítulo 188 La partida
A la mañana siguiente, después de salir de la cama, él hizo que ella, quien estaba holgazaneando, le anudara la corbata. Descalza, sobre la alfombra, ayudó a Lingye a anudársela. Sin sus tacones, ella sólo alcanzaba la clavícula de él. La diferencia de altura la hacía depender de él y resaltaba su elegancia. Él bajó la cabeza y la miró. Sintiendo su ardiente mirada, se sonrojó molesta. Antes de que pudiera retirar su mano, cuando el nudo estuvo hecho, él la sujetó.
—No llegues tarde esta noche, ¿sí?
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