Una vez dictada la sentencia, Nancy pasó del enojo a la histeria y se pasó el día gritando en la prisión de que ella seguía al mando.
Mientras tanto, ajena a lo que acontecía en Turlén, Ariadna, en Irea, estaba concentrada en el tratamiento de acupuntura de Martín. Al cabo de una hora, le retiró todas las agujas del cuerpo y las esterilizó antes de volver a guardarlas en una caja que Martín le había conseguido.
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