Dejé caer los brazos a lo largo de mi cuerpo con incredulidad, observándole caminar sin mirar atrás. No pude evitar echar un rápido vistazo a sus nalgas redondas y bien protegidas bajo el pantalón negro y sentí un poco de envidia de la americana que rozaba la zona más bonita del cuerpo de Catriel.
Me volví hacia Max y suspiré:
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