Capítulo 8 Si la vuelvo a ver
Sebastián
Odiaba ir al pueblo de los humanos, con todo mi corazón.
No sabía hasta qué punto era algo que yo sentía o simplemente algo que me habían inculcado desde que era pequeño. Pero hay cosas que uno tiene que hacer, aun cuando no quiere.
No solo mi manada había sufrido un ataque hace ya muchos años del que yo no podía olvidar, había muerto varios guerreros y amigos y yo evitaría que algo así volviera a ocurrir.
Y parecía que se está volviendo algo más común y tenía que ser detenido cuanto antes.
—Henry, Marina… espero que todo esté preparado y que los límites estén seguros— le decía a unos de nuestros nuevos guerreros, eran jóvenes y muy fuertes y se habían tomado el tema de la seguridad como nadie. Yo sabía por qué… ellos había sufrido mucho.
—Está todo tal cual lo solicitó, le aseguro que puede irse sin problemas y que puede contar con nosotros… alfa— me respondían, corteses pero fríos también.
Siempre me habían agradado los hermanos huérfanos, no solo era unos excelentes guerreros, sino que eran buenos y considerados en la manda. Había perdido a sus padres hace ya mucho tiempo y había sobrevivido porque tenían a alguien… alguien que se había ocupado de ellos. Alguien que ya no estaba aquí… no me gustaba pensar en ella.
Creo que quizás me hubiese gustado tener alguien que se preocupara así de mi… alguien amable y cariñoso. Mis padres eran demandantes y poco considerado. Pero yo era un alfa… y suponía que se me debía criar para ser fuerte.
Me había traído a mi Beta y todo parecía que iba a ser normal, hasta que mi lobo Connor empezó a inquietarse… mucho más de lo que estaba normalmente.
—Hijo, ya estás en una edad en qué tu lobo va a enloquecer si no encontraba a su mate, solo tienes que elegir a una mujer respetable y hacerla tu Luna— decía mi padre.
Yo me resistía, consideraba que tenía que estar con mi mate destinada solamente, y que una mate elegida no era una opción. Pero desde hace ya algunos años la situación de los mates en muchas de las manadas se hacía cada vez más difícil y muchos elegían a alguien simplemente.
Inclusive cada vez era menos común encontrar al mate destinado, siendo ya casi una excepción, básicamente un milagro.
—Algo sucede en este pueblo— me dijo Connor desde el primer momento en que llegamos.
—Estos humanos tontos... realmente aún no puedo creer como subsisten. Supongo que si los hombres lobos no los propusiéramos… podríamos gobernarlos y serían algo así como nuestros súbditos... — dice alfa Marco cuando nos saludamos.
—A mí particularmente me gustaría gobernar a las chicas humanas... no serán como las de nuestras especies, pero supongo que están bien para divertirse un rato— decía otro alfa y escuchaba risas.
Si bien a nuestra manada no le agradaban los humanos, tampoco teníamos intenciones de hacerles daño. Pero desde hace ya un tiempo alfa Marco y otros han estado haciendo propuestas al Concilio para tratar a los humanos de diferentes maneras.
La manada Razzio de la familia de Marco era poderosa, pero se podría decir que, sobre todo, temida.
Yo recuerdo como ellos nos habían ayudado en aquel momento tan terrible para mi manada y mi familia, luego de ese gran incendio y los ataques de los lobos rouges que vinieron después. Así que aun cuando no estaba de acuerdo con él, éramos buenos aliados y amigos.
—Marco a veces me exaspera— decía Alfa Xander, uno de los más respetados y con quien yo me sentía más afín. Era poderoso y con una manada grande.
—Debo reconocer que tiene ideas muy extremas— decía yo, pero en general intentaba mantenerme en paz con el resto de los alfas, ya que nadie quería hacerse enemigos.
Pensé que mi estadía en el pueblo iba a hacer común y corriente cuando mi lobo se había quedado prácticamente paralizado de un momento a otro. Mi corazón latía desesperado, mis manos sudaban y en general mi cuerpo me decía que algo iba a suceder.
—¡Mate! ¡Mate!— empezó a repetir Connor una y otra vez.
Los lobos pueden equivocarse en muchas cosas, menos precisamente en esa. Y lo sentí… el aroma más exquisito del mundo. Era un olor a chocolate con fresas que me hacía agua la boca, y creía fielmente que me podía traer a la vida desde la tumba.
—¡Mate! ¡Mate!— Connor rugía y aullaba desesperado para que yo me acercara siguiendo ese fabuloso olor.
Y en esos breves segundos, mientras me dirigía a la entrada del restaurante donde nos íbamos a reunir, comencé a pensar que quizás alguno de los alfas había traído a alguien más.
Y por un momento temblé cuando escuché claramente mi nombre de una voz increíblemente melodiosa y supe instantáneamente que era mi mate que me llamaba.
¿Me conocería? Quizás era una chica joven. No había otra forma de que yo no la hubiese notado, mi lobo estaba tan inquieto que pensé que me iba a transformar de un momento a otro.
—Mate nos está llamando, ¿qué esperas?— me urgía Connor y yo caminaba intentando mantener la compostura cuando vi a unos pasos de quién se trataba.
No puede ser.
Ella no solamente era humana, sino que yo… ya la conocía. Yo mismo la había sacado a empujones de la manada, hace ya años. A mi mente vinieron flashes de sus ojos castaños llorando y a esos niños, los huérfanos… gritando mientras yo la tomaba del brazo y la sacaba casi a patadas. Ella los cuidaba, ella los amaba. Ella era casi una adolescente cuando la saqué.
Tatiana era su nombre, no podría olvidarlo.
Recordé cómo se reían de ella y los nombres que le ponían. Una chica regordeta y humana.
Quizás no me había dado cuenta de forma consciente, pero siempre me había parecido que era una chica muy sencilla y amable. Tenía un lindo rostro con unas mejillas sonrojadas, una mirada inocente, unos labios como fresas.
Ella estaba detrás de una mesa alta y me di cuenta de que parecía estar llamando a varios alfas, pero se había detenido en cuanto mencionó mi nombre.
Podía ver de nuevo esos ojos castaños mirándome de forma aterrada y yo tuve que usar toda mi fuerza para contener a mi lobo que deseaba gritar en frente de todos los alfas que ella era mi mate y prácticamente lanzarme sobre ella.
Y como si fuera peor aún, la mirada que ella me daba… no dejaba dudas de que me reconocía. Y me odiaba… me odiaba terriblemente.
¿Tenía que ser justamente una humana? ¿Ella entre todas las personas? Me preguntaba con amargura. Cuando me acerqué veía que ella temblaba y daba varios pasos hacia atrás. Me odiaba y me temía. Su rostro seguía siendo lindo… a cada minuto que pasaba me parecía más hermosa.
—Tú... aquí... — le dije entre dientes.
No podía creer que mi mate había estado en este endemoniado pobre pueblo humano desde hace tiempo…. yo buscándola y ella siempre estuvo tan cerca ¿Pero qué podía haber hecho? ¿Qué iba a hacer ahora? Ella estaba tan aterrada que ni me habló, su dulzura y linda timidez se había evaporado desde que me vio. Y yo ansiaba tanto escuchar su voz de nuevo.
—¿Estás bien? ¿Sucede algo?— me preguntaba David cuando tuve que alejarme de ella, controlándome como podía.
—Eso es lo que ella... —
—Pfff sí lo sé hombre… la traidora que hizo tanto daño a nuestra manada— me dice él y yo me quedo congelado.
—Ven vamos a sentarnos por aquí— dice él, y aun cuando se hablan de temas importantes con los otros alfas, yo intento prestar atención la realidad es que solo puedo pensar en ella.
Mi lobo Connor me estaba volviendo loco prácticamente gritándome mi cabeza para que fuera a buscarla.
—¡Es una humana Connor... una enemiga de la manada además!— le decía yo.
—Es nuestra mate... la diosa luna la puso en nuestro camino por una razón—
—Ella no puede ser Luna de ninguna manera— decía yo, pero mi lobo no entendía de razones. Quizás mi padre tenía razón e iba a enloquecer. Posiblemente, debí haber elegido una mate antes, así esto no hubiese sucedido. Solo la vería y sentiría… disgusto. Pero ya era muy tarde.
Tenía dos opciones, rechazarla y vivir mi vida sabiendo que había encontrado a mi mate y le había dado la espalda y sabrá la diosa luna que catástrofe vendrían. O la aceptaba a ella y me enfrentaba a mi manada y a todo el odio que podría traer haberles dado una Luna así. ¿Ella estaría a mi nivel? ¿Yo la amaría?
No podía… era un alfa… mi manada estaba primero. Ella no era nadie, era débil, era una chica común y cualquiera, no podría ser mi Luna. Y, sin embargo…
—¿A dónde vas?— escuché que me preguntaba David, pero yo estaba varios pasos adelante. No importaba a donde fuera siempre que siguiera ese olor maravilloso.
Pero la realidad es que… había apagado a mi lobo e iba a hacer lo único lógico: tenía que rechazarla. Creía que tenía opciones… pero realmente no las tenía.
Me acerqué a lo que parecía ser un baño sin importarme nada, escuché que ella ligeramente pronunciaba mi nombre y ahí la vi. Estábamos los dos solos y para bien o para mal. Me quedé prácticamente sin aire con la visión que tenía frente a mí.
Y todas mis resoluciones se cayeron como un castillo de barajas.
Tenía frente a mí las curvas más seductoras que he visto en mi vida, sentí que mis ojos se me iban a salir y la miré de arriba abajo disfrutando cada parte de su cuerpo y supe inmediatamente que esta mujer iba a ser mi muerte. Tenía un traje que le quedaba de infarto, parecía hecha para tentarme.
Ella se veía aterrada mientras yo me inclinaba desesperado por sentir más de su aroma.
Y cuando acerqué mi nariz a su cuello… constaté que no había ninguna duda…ella era mi mía. Mi muy esperada mate.
Yo solo podía concentrarme en que ella no podía salir así frente a todos. No podía dejar que otro alfa la viera, así… la ropa apretada, su cuerpo mostrándose como no debía. Prefería morir.
Ella discutía y era evidente que no me quería ahí, pero cuando me quité mi camisa, pude ver como sus ojos se iban a mi cuerpo.
—Quítate la ropa— le dije de forma autoritaria y cuando se opuso prácticamente rompí su camisa.
Claro que luego me di cuenta de que había cometido un gran error, pues ahora ella estaba prácticamente semidesnuda frente a mí… y yo no podía creer que en algún momento hubiese pensado que ella era desagradable o una chica cualquiera o como el resto solía reírse de que era regordeta. Ella… era gloriosa.
Los pechos de Tatiana sobresalían agitados moviéndose por su acelerada respiración y me tenía hipnotizado, su cabello caía por sus brazos y podía ver más abajo sus amplias caderas. Tuve que suprimir el deseo desesperante de tomarla aquí en este preciso momento en este baño.
Y cualquier idea de rechazarla había salido volando por la ventana.
El miedo que ella me tenía me desgarraba, pero me encargué de arreglar su ropa y aproveché de sentir sus suaves curvas llevándome muy cerca del paraíso.
Por supuesto que rápidamente caía en la realidad de que si bien yo tenía dudas... era bastante obvio que ella no me quería. Tatiana salía corriendo rápidamente para alejarse de mí.
Yo me quedaba resoplando, excitado, viéndome en el espejo y cerrando los ojos.
Estaba acabado.