ESCARLATA
No podíamos dejar de besarnos, chuparnos y lamer nuestras bocas hasta que llegamos a la cama. Él me puso en la cama y luego se posicionó encima de mí. Era como un león hambriento devorando a su presa. Mis labios se separaron de los suyos y luego sus ojos se estrecharon hacia mí; él acarició mi entrepierna.
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