Al llegar al hospital, Victoria se alegró al ver que Griselda se estaba recuperando y se puso de pie a su lado para acompañarla. Cuando la anciana vio a la joven alegre, también se animó.
—¿Tienes sed, abuela? ¿Te duele la herida? ¿Estás cansada? ¿Quieres comer un poco o descansar? Si no puedes dormirte, te contaré una historia.
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