Capítulo 36 Ruéguenme, Castellanos
Galena al final se calmó después de desahogar sus frustraciones. Ya había oscurecido y, sin embargo, nadie se había puesto en contacto con ella, lo que la dejó inquieta.
—¡Debería irme a casa! Yo… se lo rogaré. Haré lo que sea por Ana.
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