“Para el amor. No hay color de piel ni orientación sex7al, edad o líneas de sangre, solo es amor...” Podría decir que tengo la familia perfecta, pero dicha persona no la hace que sea perfecta; mi hermano mellizo. Compartimos el mismo vientre, fuimos hechos con todo el amor que una pareja se pueden dar. Al crecer recibía malas miradas por mi apariencia, pero yo solo quería una mirada, una sola, de la persona que, aunque más me esforzará, nunca me miraba de la forma que yo deseaba. De niña quería su cariño y su amor, pero siempre sentí que me odiaba. Podía sentir su cariño hacia mí, o su protección, pero a su manera. El día que al fin tuve esa mirada, mi corazón golpeó de una manera exagerada mi pecho; ese día subí al cielo, pero baje de un solo golpe con sus palabras, aun dos años después, no logro olvidar, esas palabras me hicieron caer en una tristeza profunda. Y desde ese día, caímos en una guerra; yo nunca cambie ni evolucione y, mucho menos, madure. Sigo siendo ese bicho raro. Pero él, en cambio. Maduro, a su manera, se volvió más frío, arrogante. Yo me reproché a mí misma por amar lo prohibido y a ese maldito imbécil, aun sabiendo que apagaba cada pequeña luz habitaba en mí. Esta segunda guerra sería la más dolorosa, ya que, en esta, nuestro corazón será nuestro primer escudo y, a su paso, dejará más de un herido.