Continuando con su actuación, Qin Ming luchó contra sus seis oponentes con una expresión arrogante en su rostro. El combate continuó con Qin Ming persiguiéndolos, sin lograr derribarlos y siendo incluso jugueteado.
Todos en la Secta Amarilla podían ver que Qin Ming era como un tonto y que sus habilidades en las artes marciales eran simplemente horrendas.
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