Capítulo 1048 Reuniendo a la familia de Román
Tras un momento de duda, Magalia accedió a su petición. En el oscuro y lúgubre calabozo, los padres de Román, Fátima y Edwin se miraban. Edwin había sido envenenado por la Familia Lizárraga, y sufría todos los días dolores inimaginables. Edwin había sido torturado hasta quedar irreconocible. Si no fuera por su asombrosa fuerza de voluntad, habría muerto hace mucho tiempo. Verlo le rompió el corazón a Fátima, pero estaban separados en diferentes celdas. No había nada que ella pudiera hacer. Habría dado cualquier cosa por llevar la mitad de la carga y del dolor de Edwin, pero sabía que era un mero deseo. Los Lizárraga querían que Edwin muriera por el insoportable dolor. A pesar de su situación, Edwin consolaba a Fátima; no quería que ella se preocupara por él. De repente, un fuerte y claro crujido sonó en el silencioso calabozo. Los dos giraron sus cabezas hacia la dirección del sonido con desconfianza. En el siguiente instante, se tensaron y se les erizaron los pelos de la nuca. Las cerraduras electrónicas de las celdas del calabozo de Terror y Pena se habían desbloqueado. «¿Qué está ocurriendo? ¿Piensan los Lizárraga liberar a Terror y Pena? ¿No tienen miedo de que Terror y Pena pongan Eurasia de cabeza?». Nadie conocía a Terror y Pena mejor que Fátima. Esos dos solían ser parte de la Familia Lizárraga. En sus días de juventud, eran consumados Generales que habían luchado en los campos de batalla. Sin embargo, cuando luchaban contra los invasores, cayeron en la trampa del enemigo y quedaron atrapados en una isla desierta. No tenían comida, ni municiones, ni comunicación con el mundo exterior. Estaban indefensos. Los miles de soldados que tenían con ellos acabaron muriendo de hambre. Fueron los únicos sobrevivientes y consiguieron vivir en la isla durante dos años. Solo cuando los enemigos se retiraron se salvaron del peligro. Durante esos dos años, sobrevivieron comiendo la carne de sus subordinados, aunque para entonces la carne ya se había podrido. El consumo de carne humana cruda no solo les produjo enfermedades físicas, sino también tortura mental. Cuando escaparon de la isla, los dos se habían vuelto locos. A diferencia de los heroicos Generales que solían ser, ahora asesinaban, robaban a la gente y se daban un festín de carne humana. Era como si se hubieran convertido en dos demonios. Los militares habían enviado soldados para contenerlos, pero eran demasiado poderosos y escaparon a pesar del gran número de soldados que los perseguían. Al final, solo pudieron ser retenidos con éxito después de que el Gran Mariscal viniera a ocuparse de ellos en persona. Al principio, los militares quisieron encerrarlos en una prisión secreta en el Desierto Seco, pero la Familia Lizárraga insistió en albergarlos. Al final, los encerraron en el calabozo de los Lizárraga, y no fueron liberados durante decenas de años. Ahora que los Lizárraga los habían liberado, pronto llegaría el caos. Unos pasos ligeros salieron de las celdas del calabozo de Terror y Pena. Entonces, dos figuras oscuras aparecieron en la línea de visión de Fátima y Edwin. Solo necesitaron una mirada para que los rostros de Edwin y Fátima se volvieran fantasmagóricamente pálidos mientras retrocedían unos pasos hacia su celda. «Dios mío, ¿son humanos o fantasmas?». Tenían cuerpos humanos, pero estaban cubiertos de pelo. Sus ojos eran rojos como los ojos sedientos de sangre de los lobos. Los dos hombres estaban desnudos, y Fátima y Edwin pudieron ver las cicatrices que cubrían cada centímetro de su piel. Muchas de sus heridas estaban infectadas por sus heces y orina, y las heridas supuraban. El olor penetrante de los dos hombres hizo que los otros dos tuvieran náuseas. Los colores se habían agotado en los rostros de Fátima y Edwin. «Seremos hombres muertos si nos atrapan». Edwin lanzó con rapidez una mirada a Fátima, indicándole que se retirara a la esquina de su celda y se alejara de la puerta. Sin embargo, fue demasiado tarde. Terror y Pena olfatearon y percibieron el olor humano. De inmediato, un destello surgió en sus tenues ojos.
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