Misael y los demás aún no habían hablado cuando el alto e imponente Dios de la Guerra, Tino, se adelantó y gritó furioso:
―¡Indignante! ¿Por quién tomas la Tierra? ¿Creen que es un lugar donde pueden ir y venir a su antojo? ¿Nos consideras a los terrícolas tu ganado, que puedes llevarte a tu antojo?
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