Justo cuando Luca pensó que debía ser un hombre poderoso quien tuviera la audacia de dejar paralítico al hijo de Cicerón, pronto se dio cuenta de que Nataniel era solo un hombre de negocios ordinario del Sur. Su rostro se vio consumido por una mueca de intriga.
—No se preocupe, Señor Cicerón. Haré los arreglos necesarios.
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